10 de junio de 2014

CRIANDO "A CONTRA-CORRIENTE"


Durante mucho tiempo y aún hoy, han existido imposiciones, reglas y normas establecidas con respecto a cómo se debe criar a un hijo y qué es aquello que debemos conseguir a través de la crianza y de la educación. Existen miles de modelos y guías escritos por profesionales en la materia y preceptos que quedan grabados y transmitidos durante generaciones en la sabiduría popular. 

Siempre he oído que un niño debe de ser independiente, que tiene que aprender a hacer las cosas solo, a valerse por sí mismo. Pero, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿es que llega un momento, un día, una fecha en que el niño se convierte en un ser independiente? ¿es que existen formas de que un niño aprenda a contener sus ritmos biológicos? ¿es que la dependencia es un concepto "maligno" que si se abre y se deja paso nunca jamás podrá irse?

Los niños, desde bien pequeños, tienen. Tienen que aprender a dormir, tienen que aprender a comer solos, tienen que controlar los esfínteres, tienen que dejar de mamar, tienen que dejar de estar en brazos....
Tienen, tienen, tienen y deben, deben, deben...

Pero, ¿por qué deben? ¿Para qué deben hacerlo?


Creo que los niños no vienen con un pan debajo del brazo, vienen con un sin fin de responsabilidades, de exigencias, de luchas contra sí mismos, contra su naturaleza humana, contra su pureza, contra su sabiduría.

Todas las imposiciones que le hacemos al niño, las hacemos en beneficio y provecho exclusivamente del adulto y de la sociedad actual. Comunidad, por llamarle de alguna manera, tremendamente industrializada, desconectada de la verdadera naturaleza humana. Llena de prisas, de compromisos y que ha conseguido un trabajo absolutamente fantástico (por la dificultad que conlleva), ha podido separarnos de nuestros sentimientos, nos ha negado la posibilidad de reconocer nuestras emociones y, mucho menos, las de los demás. 

No hay que pensar, ni sentir, estamos en este mundo para correr y producir. Y ¿cómo no?, también pretendemos meter a los niños dentro de la cadena de producción, queremos convertirlos en pequeñas máquinas alejadas de su propio yo, incapaces de reconocer sus emociones y necesidades, individualistas. 
¿Humanos o máquinas?

Es crudo, pero verídico, los humanos nos des-humanizamos.




Y ante esta realidad, que a veces parece omnipotente, de repente, se asoma un grito de la naturaleza y aparecen padres, madres, profesionales, personas al fin, que quieren recuperar su conexión consigo mismos y con el mundo que les rodea. Que quieren ser conscientes de sus sentimientos y que quieren cambiar su realidad y ofrecer un mundo diferente a sus hijos.

Son personas que crian con apego, que creen que otra forma de criar es posible, recuperando su naturaleza mamífera. 


Pero, ¿qué significa criar con apego?


Criar con apego a un hijo ...

- Significa seguir los instintos más profundos, respetar los ritmos propios e individuales del niño más allá de las exigencias sociales.

-Entraña fomentar la comunicación y el entendimiento más allá del lenguaje verbal. Observar los gestos para poder interpretarlos, escuchar el llanto para responder adecuadamente a la demanda, reconocer los pequeños movimientos del bebé, para llegar a conocerlo.

- Implica tratar al niño como tal, como un niño que necesita de besos y cariño, que busca acurrucarse en los brazos de su madre donde se siente seguro y protegido, que es dependiente de los suyos y que no tiene maldad, sino sentimientos y emociones.  

- Conlleva respetar los propios ritmos de cada persona, no forzar al niño. 

- Es alimentar con la leche que la naturaleza le brinda a una mujer que se convierte en madre, alimento hermosamente sabio, capaz de adaptarse a las necesidades de cada momento (si la naturaleza lo permite, claro, ya lo hablamos en un artículo anterior)

-Es recuperar la parte más mamífera del ser humano, es convertirse en un animal que protege a su cría ante cualquier peligro, que duerme con ella hasta que su desarrollo lo permite, que la transporta acurrucada en su cuerpo.

- Es rescatar la niña o niño que un día fuiste y reparar tus miedos e inseguridades para no transferirlos a tus hijos.

- Es luchar día a día contra tu propia crianza, contra lo establecido, atacando "lo aprendido" para re-estructurar tu propio vínculo.

- Es ser consciente del proceso, dispuesto a la auto-crítica constructiva y al aprendizaje continuo de una situación nueva. Sin castigos, ni culpabilidades, esperando mejorar.

- Representa atreverse a pedir perdón a los hijos por las equivocaciones, poder expresar abiertamente las emociones.


- Simboliza disfrutar de la maravillosa experiencia de ser padres.

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