28 de mayo de 2014

ESCUCHEMOS A NUESTRO BEBÉ


Como en otras ocasiones he comentado, antes de que aparezca el lenguaje verbal, el llanto junto a  la comunicación no verbal (los movimientos, gestos...) es la manera de que disponen los bebés para comunicarse con nosotros, con los adultos y con todo su entorno.

El llanto es un sistema natural puramente humano y absolutamente necesario. Tiene una función comunicativa y calmante cuando un niño viene al mundo. 

Los niños lloran, gesticulan, emiten sonidos, y con todo esto tratan de decirnos algo. Por ello, no es de extrañar que los niños dispongan de un repertorio inmenso de llantos diferentes. El problema es que muchas veces no sabemos reconocerlos, todos nos parecen iguales y por tanto, la ayuda que brindamos al bebé, no es la adecuada. Por ejemplo, nuestro bebé llora en su cuna y nosotros le damos de comer o le mecemos, pero su llanto no se calma. Hacemos "las mil maravillas" y todas son en vano. Pero lo que en realidad no sabemos es que el niño lloraba porque tenía calor, porque le molestaba estar tapado bajo tanta sábana. Si hubiéramos entendido qué estaba diciéndonos, la solución, refrescarlo, hubiera sido inmensamente sencilla.

Sin embargo, él no sabe decirlo con palabras, pero en nuestras manos está poder entenderlo. 

Para comprender el llanto del niño, hay que armarse de ganas y paciencia, hay que ser conscientes de que muchas veces tendremos que ir en contra de nuestros impulsos de "salvar" al niño, de ir corriendo a "rescatarlo" en el mismo instante en que rompa a llorar y debemos, en cambio, esperar unos segundos, dedicar un momento para escuchar y observar. 

El objetivo consiste en entender al bebé, ¿qué está tratando de decirme? 

Si consigo comprenderlo, diferenciar sus formas de llorar, podré atender la demanda concreta, a lo que me está pidiendo y por tanto reducir su frustración y aumentar su seguridad.


PERO, ¿CÓMO DESCODIFICAR EL LLANTO DE MI BEBÉ?


Escucha atentamente a tu hijo. Antes de ir a socorrerlo, espera un momento, escucha el tono, la intensidad y la frecuencia del llanto. Con el tiempo y conforme os vayáis conociendo, te resultará más fácil distinguir sus lloros, pues como cualquier otro ser, dispone de voz propia. 


Observa a tu hijo y lo que hay a su alrededor. El lenguaje no verbal es capaz de proporcionarnos información valiosísima. La forma en que tu bebé mueve sus manitas o estira las piernas, o se acurruca sobre sí mismo, puede alertarte sobre la posibilidad de que le duela algo, de que tenga frío, o quizá hambre. 
Además, fijarse en el ambiente en el que se encuentra el bebé, puede ayudarte a localizar más fácilmente el desencadenante del problema. ¿Cuándo rompió a llorar el niño? ¿Fue antes de que sonara el teléfono? ¿Está la ventana abierta y una corriente de aire puede darle frío? 


Analiza las rutinas de tu bebé. Los bebés se acostumbran a ciertas rutinas y es posible que cualquier cambio en ellas los "descoloque". Piensa si ha pasado algo nuevo en su entorno.




Analízate a ti misma/o. Los bebés detectan el estado de ánimo de las personas, sobre todo de sus madres y se ven afectados por ellos. Si estás enfadada, nerviosa o triste, es probable que tu bebé también lo esté y se muestre inquieto. Trata de calmarte antes de estar en contacto con él, sal de la habitación y tómate un respiro. Aunque al hacer esto el llanto se alargue un "pelín" más de lo esperado, es mejor esperar un momento. Cuando estés tranquila, calmada, ya puedes escuchar a tu hijo y atenderlo adecuadamente. 


Sé siempre suave. Los movimientos bruscos, las voces estridentes y/o demasiado altas, la rapidez...todo esto estresa a los bebés, los pone nerviosos. Un bebé prefiere los susurros, las voces dulces, los movimientos suaves...tenlo en cuenta siempre que te acerques a tu hijo, si por lo que sea llegas "acelerada/o", toma consciencia de tu estado anímico y trata de adecuarlo para estar con él. 


Por último, hay veces en que los bebés necesitan auto-calmarse mediante el llanto. Es imprescindible que ellos aprendan y que nosotros les dejemos hacerlo, lo que también supone que aprendamos a tolerar el llanto. CUIDADO: No estoy abogando NUNCA por dejarles llorar desconsoladamente, pero sí que, después de adquirir práctica escuchando al bebé, sabremos cuándo debemos concederle la oportunidad de que sea él el que se encargue de relajarse.


La experiencia, la calma, la paciencia, el amor y sobre todo las ganas, conseguirán sintonizar a papá y a mamá con su bebé y la comunicación será armoniosa aportando felicidad y tranquilidad en el seno familiar. 

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